El día en que Guadalupe culminó su venganza
Mojo mis dedos en saliva, los acerco a tu polla, su tacto es suave, me gusta, siento poder, estas bajo mi influjo mientras vas creciendo, endureciéndote, perdiendo el sentido, el sol ilumina la estancia y de pronto clavo mis uñas y te desgarro, arranco la piel que se queda en mis manos ensangrentadas y tu gritando de dolor me llamas puta, llorando sigues insultándome y pidiendo clemencia, no tienes fuerza y he empezado a patearte el estómago, te encoges, eres un pobre desdichado que no entiende nada, el dolor te nubla la vista pero no permitiré que pierdas la consciencia, agarro el vaso de mezcal que hay sobre la mesa y te lo tiro a la entrepierna, chillas como un cochino pero recuperas el sentido, he conseguido atarte, te quito la poca ropa que te queda, me meto el cuello de la botella en la boca, lo humedezco y lo meto con fuerza en tu culo, te pregunto si te suena de algo y grito el nombre de Sagrario Alejandra.